La Lenta Agonía de Riaño

 

Algunos pudieron pensar que, una vez construida la traumática presa de Riaño, este sector excepcional de la cordillera cantábrica había pagado de sobra su tributo con el desarrollo insostenible que prolifera en nuestras zonas de montaña. Parece que se equivocaron, a tenor del amplio catálogo de agresiones ambientales desplegado desde entonces en esta comarca leonesa.       

 

Hace poco los habitantes de la Montaña de Riaño se levantaban ante una nueva amenaza que se vislumbraba en el horizonte, tras el dramático y definitivo episodio del polémico embalse ocurrido años atrás: una línea de alta tensión que pretendía cruzar hacia Asturias los privilegiados montes cantábricos de la zona.

 

Recientemente se ha retomado otra vieja idea, la de abrir una nueva estación de esquí en la Cordillera Cantábrica, cercana al puerto de San Glorio, a caballo entre León y Cantabria (verQuercus 206, pág. 4). Ocuparía buena parte de un extraordinario valle de alta montaña, refugio temporal en su tiempo del radio-marcado oso Salsero, por ejemplo, amén de ciervos, corzos, rebecos y perdices pardillas.

 

En el caso del tendido eléctrico, la movilización de la población local y los apoyos externos que se lograron, tuvieron en el tremendo impacto ambiental el argumento que debería impedir el proyecto. No les faltaba razón, puesto que la zona afectada está protegida por el Parque Regional de los Picos de Europa y forma parte del área cubierta por el Plan de Recuperación del Oso Pardo en Castilla y León.

 

Pero he aquí que los mismos que en su día apoyaban esas tesis conservacionistas piden ahora ayuda para sacar adelante la estación de esquí. Ya no se acuerdan del oso, del urogallo y del parque regional. También se olvidan de que la Cordillera Cantábrica, por su situación y altitud relativa, no es comparable a Pirineos y Alpes.

 

No se acaban aquí los problemas para estas montañas. Cunde por estos lares la moda de instalar torretas al estilo germánico para ojear la caza mayor y de abrir decenas de kilómetros de pistas por cuerdas y vallejas, que coinciden casualmente con zonas de berrea de venados y sesteaderos de rebeco. Todo para que los cazadores de talonario y trofeos puedan abatir comodamente a las reses cinegéticas desde los coches de los celadores de la Junta de Castilla y León, los mismos que por su cuenta matan zorros, lobos y demás alimañas que sean una amenaza para la fauna cinegética.

 

Todo ello va acompañado de desbroces, a favor de pendiente y a matarrasa, que levantan extensos brezales y piornales protegidos por la Directiva de Hábitats de la Unión Europea (UE), con el fin de abrir grandes pastizales y mejorar el hábitat de la fauna cinegética. No se respeta el modelo tradicional de mosaico que forman estos matorrales junto con roquedos, bosques, pastizales, praderíos y los propios pueblos.

 

El sometimiento de estas actividades a una evaluación de impacto ambiental es más que dudosa, lo que no impide que se beneficien de varias líneas de ayudas económicas de la UE. Para complicar más la situación, desde el punto de vista administrativo la zona forma una amalgama insostenible de parques y reservas regionales de caza. Esperemos que al menos en el caso de la estación de esquí se realice una evaluación de impacto en condiciones, no resuelta a priori, y el proyecto se rechace.

 

La alternativa pasa por arbitrar ayudas para esta zona de montaña deprimida que promuevan actuaciones más sostenibles, menos basadas en una versión productivista de la caza. Mucha gente está harta de esperar las poco generosas y tardías compensaciones de la Administración regional, la misma que se pone las pilas cuando toca recaudar en las subastas de caza mayor que se producen en Semana Santa, anunciadas a bombo y platillo.

 

En la Montaña de Riaño se encuentran algunos de los mejores bosques de España y una excelente representación del ecosistema cantábrico, gracias en buena parte a un sistema tradicional, sostenible y sabio de explotación de los recursos naturales. Pero si parcheamos el territorio y lo cuadriculamos, si llenamos el monte de viales con el pretexto de acondicionar veredas antiguas para el uso de los pueblos, si llenamos de pistas para uso cinegético las partes altas cercanas a roquedos y pastizales alpinos y subalpinos, donde se encontraban los brañas, las cuerdas de las sierras, etc... ¿qué nos queda?

 

El caso de Casasuertes, que ha motivado la reciente presentación de una denuncia a la Comisión Europea contra la Junta de Castilla y León, por parte de SEO/BirdLife y WWF/Adena, puede ser un botón de muestra. Antes de 1999, este valle presentaba sólo cuatro kilómetros de pistas, era un gran frezadero de truchas y tenía cantaderos de urogallo en los hayedos circundantes. Desde entonces se han construido más de veinte kilómetros de pistas y ya hemos dicho adiós al urogallo, el potencial truchero se ha visto alterado al enturbiarse las aguas tras la erosión desencadenada y los indicios de presencia otoñal de oso se han reducido mucho, de 2’8 a 0’3 por kilómetro.


En unos pocos años se han construido unos trescientos kilómetros de pistas en el sector leonés del entorno de los Picos de Europa; casi medio centenar se han abierto sin la evaluación de impacto ambiental que es preceptiva por entrar en zonas amparadas por el Plan de Recuperación del Oso Pardo en Castilla y León. Ante este panorama, sólo nos queda rezar por uno de los patrimonios naturales más importantes de la Vieja Europa.


Autor: Jorge Echegaray, licenciado en Ciencias Ambientales por la Universidad de León, es un apasionado de la fauna cantábrica y preside el Grupo Lobo de Euskadi. En la actualidad realiza estudios sobre la nutria en el País Vasco y sobre carnívoros terrestres en los bosques isla de la Llanada alavesa.

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