EL TURISMO Y LA CORDILLERA CANTÁBRICA 

 


    En estos días en los que la idea del “desarrollo sostenible” parece que está muy de moda, nos encontramos ante un hecho innegable, la cada vez más patente presión turística que sufren nuestras montañas, y por lo que a nosotros nos afecta, la Cordillera Cantábrica.
    Por ello, convendría que nos parásemos a reflexionar sobre las posibles implicaciones que tiene este hecho y que nos vuelve a enfrentar con la eterna dicotomía entre “progreso” y conservación del medio ambiente.  

Y para resolver esta dicotomía, la respuesta ya ha sido dada en otros foros de opinión, desarrollemos un turismo responsable. Pero nosotros iríamos más allá, cuestionándonos lo siguiente ¿qué busca el turista cuando va a la montaña? O dicho de otra manera ¿qué tipo de turista acude a la montaña?, y es que entendemos que esta pregunta es fundamental para conseguir esa ansiada armonía, que no se han planteado los partidos políticos a la hora de apoyar muchos proyectos en muchas ocasiones totalmente descabellados y en contra de los principios básicos de conservación del medio ambiente y en aras a un mal entendido desarrollo de las comarcas montañesas  

 


Y es que fomentar actuaciones como las estaciones de esquí alpino con estudios de viabilidad que arrojan balances negativos, y peor aún, actuaciones como la construcción de boleras, hoteles casinos, centros comerciales, campos de golf... en zonas montañosas, ponen claramente de manifiesto que lo que se pretende es atraer un turismo que aporte dinero rápido fundamentalmente a los promotores inmobiliarios, un turismo que pretende tener las mismas comodidades y atracciones que existen en la ciudad sólo que en “un paisaje bonito”, pero que lo último que busca es disfrutar plenamente del entorno que le rodea, sin las distracciones urbanitas, del silencio, de los olores, de la observación de animales, y en definitiva de la integración natural del hombre en la naturaleza, como parte de ella y no como elemento destructivo y distorsionador. 

 


Por tanto, fomentemos el turismo, sí, pero fomentemos un turismo sensible, con personas sensibles a la maravilla de las montañas, porque para jugar a los bolos que vayan a ciudades como Madrid o Barcelona, ciudades cosmopolitas donde las haya y donde las actividades de ocio están servidas. ¿O es que queremos hacer con las montañas lo que ya hemos conseguido con nuestras costas? Fomentar un turismo desordenado, insensible y avasallador, que acaba dando lugar a un abigarramiento tal que el propio veraneante deja de ir ya a esas zonas superexplotadas en busca de algo de tranquilidad. Y es que el ser humano resulta de lo más paradójico, primero destruimos, en nombre del mal llamado desarrollo, y cuando ya lo hemos hecho, o bien nos vamos a por otros lugares para volver a hacer lo mismo o nos gastamos millones de euros públicos en recuperar lo degradado. Y no hay más que ver que las propias promotoras inmobiliarias como reclamo de sus productos inmobiliarios te venden la idea de que estás en tal o cual paraje natural, que tienes estupendas vistas, calidad de vida... yo a esto lo llamaría cuando menos cinismo ecológico, ¿no? 

 


Y es que son los propios habitantes de las regiones montañosas los que deben exigir a sus representantes políticos que su tierra se desarrolle turísticamente de una forma inteligente, porque ellos son los que más dependen de ello y son los más perjudicados con la destrucción de su  entorno, ya que es su materia prima, su sustento, de hoy y de mañana. 

 


Pero tenemos la posibilidad de que este turismo responsable se haga realidad, primero, sensibilicemos al ser humano hacia el disfrute de la naturaleza “sin aditivos”, y después, rehabilitemos los cascos urbanos rurales con grandes redes de alojamientos que guarden esa esencia rural, y que puedan los lugareños tanto construirlos como explotarlos,  y exijamos a los políticos subvenciones para ello, de nada les sirven a esos pequeños propietarios los grandes complejos hoteleros en los que la mayor parte del beneficio se los llevan los promotores inmobiliarios,  de la misma manera, impulsemos la venta de productos de la tierra y artesanales, fomentemos la práctica por ejemplo del senderismo, el esquí de fondo, habilitando para ello senderos que nos sirvan en invierno y en verano, habilitemos también zonas de acampada y baño para toda la familia y para los más atrevidos, enseñemos las maravillas del esquí de travesía, la escalada, el alpinismo... 

 


En manos de todos está conservar nuestro patrimonio natural y poder disfrutar de ese bien tan preciado e insustituible, porque el ser humano forma parte de ello y lo que es más importante y curiosamente parece que algunos todavía no se han dado cuenta, dependemos de nuestro entorno para sobrevivir, por lo que, con cada especie que se extingue, con cada habitat que desaparece, nos estamos destruyendo también a nosotros mismos,  así que si no lo hacemos por sensibilidad o por principios, hagámoslo aunque sea por propio egoísmo, un egoísmo que tanto a nosotros, como a nuestros hijos y nietos, les proporcionará grandes satisfacciones, sólo hay que pararse un poco a apreciarlo

Ester Sanguino, Abogada especialista en Medio Ambiente y Urbanismo

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