Opiniones

Manuel E. Rodríguez Barrero



Publicado en el Diario de León.

 

 

UNOS 60 kilómetros de pistas de esquí. Un gran complejo de ocio, con campo de golf incluido, puerto náutico y sobre todo, más de 400 puestos de trabajo directos y un millar de indirectos. Así es como nos presentan el nuevo el dorado de San Glorio. En suma, sólo ventajas y ni un inconveniente. 

Al parecer las Juntas Vecinales ya han adquirido el compromiso de cesión de las 1.200 hectáreas necesarias para el desarrollo urbanístico de este macro proyecto. Por lo menos eso es lo que aseguran algunos responsables políticos de la Diputación. 

Nadie nos cuenta, sin embargo, que el gran interés de esta operación es ante todo urbanístico. Y menos aún que de materializarse, supondrá uno de los mayores atentados ecológicos de los últimos tiempos en este país. Quizá por eso la ministra de medioambiente, Cristina Narbona, sigue oponiéndose a esta barbaridad. Aun cuando sus compañeros de Castilla y León le hayan pedido que mire para otro lado, para no perjudicar los intereses electorales del partido en la Región. 

Tiene razón la ministra cuando afirma en privado, que sus compañeros quieran convertirla sólo en la jardinera del reino. Naturalmente, lo que menos les preocupa a los socialistas de Castilla y León, es analizar los desequilibrios ecológicos que puede generar un proyecto de esta naturaleza. Y menos aún cuestionar el funcionamiento del modelo de desarrollo que lo inspira. Porque supondría revisar valores y conceptos clave de su cultura política y empresarial. Y hasta ahí no están dispuestos a llegar. 

El progreso, además de tener límites no es ni mucho menos lineal. Y con esto, Los Verdes en modo alguno rechazamos el progreso. Lo único que decimos, es que el progreso mal entendido, ni supone una emancipación de la humanidad ni de mejora del medioambiente. Y un partido que se autodefine como progresista, este extremo debería tenerlo lo suficientemente claro, como para no respaldar actuaciones que atentan contra su propio ideario. 

El desenfrenado desarrollo urbanístico es tal en nuestro país, que somos el mayor consumidor de cemento de la Unión Europea. Con las consiguientes consecuencias sobre el medio natural y la destrucción de sus respectivos ecosistemas. Y al igual que otras especies vivas, animales o vegetales, la especie humana también forma parte de ellos. Ni el poder político ni el económico pueden decidir sobre la vida de los demás. 

Según la ONU, el desarrollo sostenible es aquel que permite satisfacer las necesidades de la generación actual, empezando por los que menos tienen, pero sin comprometer la posibilidad para las generaciones futuras de satisfacer las suyas. 

Ser respetuosos con el medioambiente, significa igualmente economizar el factor tierra, ese es el primer imperativo que ha de cumplirse para lograr un desarrollo sostenible. ¿Respeta estas reglas el proyecto de San Glorio? En absoluto. Hasta el extremo de que la Junta de Castilla y León se ha visto obligada a modificar sus criterios anteriores sobre este paraje natural. Esperemos que la UE no permita que se consume este acto de dirigismo arbitrario. 

Porque como muy bien afirmaba recientemente el eurodiputado verde, David Hammerstein, «las obras proyectadas chocan con la legalidad europea. Las instituciones europeas deben velar por la protección ambiental de los espacios naturales más valiosos de la Unión Europea. Habrá castellanos y leoneses a quién les moleste que Europa se inmiscuya en sus asuntos, pero la UE ha aportado, y sigue aportando, mucho dinero a España para proteger la biodiversidad y para impulsar el desarrollo económico del país. Si uno se beneficia del dinero que llega desde Europa, no parece descabellado que tenga que cumplir también sus leyes.» 

San Glorio no es ni va a ser jamás lo que nos cuentan. San Glorio es una oportunidad única para un grupo muy reducido que dará un gran pelotazo, a costa de la gran mayoría de los ciudadanos de las zonas afectadas. Sólo unos pocos entrarán en el reparto. Y el camelo de esos 1.400 empleos, entre directos e indirectos, ya se verá que al final se quedan en la mitad de la mitad. Y, además, serán empleos precarios y con contratos basura. Exactamente igual que están siendo en el resto de las estaciones de invierno del país y de Europa. 

Esa misma cantinela la hemos oído cientos o miles de veces con San Isidro o Leitariegos. Es evidente que el trabajo es escaso y que cualquier empleo puede solucionar parte de un problema personal. Nunca la totalidad. Pero en modo alguno se puede utilizar la necesidad de unos para que otros se enriquezcan abusiva y desmesuradamente, destruyendo el futuro de generaciones venideras. 

La coherencia política de las llamadas formaciones políticas progresistas, debería llevarlas a denunciar estos aspectos. Sin embargo, no lo hacen porque pueden verse perjudicados sus réditos electorales en próximas contiendas. Con San Glorio se han creado expectativas, que aunque sean falsas, nadie se atreve a cuestionar. No vaya a ser que los más directamente implicados o el poder mediático se nos eche encima. 

En este como en otros muchos casos, las reglas del juego están alteradas desde el principio. Ciertas connivencias político-empresariales están al origen de esa alteración. De muto acuerdo y con una conjunción de innegables intereses, han construido una realidad muy diferente a la que al final será. Y lo han hecho tan sumamente bien, que es probable que la mayoría de castellanos y leoneses se la haya incluso creído. Porque para eso esta Región está a la cola de casi todo. 

Pedirles a los partidos políticos tradicionales nuevas políticas ecologistas es perder el tiempo. Ellos están instalados en el interés «general» a corto plazo. Y del desarrollo sostenible tienen exactamente la misma concepción. En su quehacer diario no hay más horizonte ni escenario político posible que el posibilismo. 

Pues bien, Los Verdes tenemos otra concepción del progreso social, del medioambiente y del desarrollo sostenible. Por eso decimos que San Glorio, de materializarse, sería perjudicial para León a largo plazo. Esta provincia perdería parte de su singularidad y lo que es peor, sus habitantes también perderían calidad de vida. No ignoro que a muchos esta aseveración les parecerá un sarcasmo. De igual modo que se lo parece que se hable del agotamiento de los recursos naturales del planeta, como el agua, mientras ellos puedan seguir abriendo el grifo y despilfarrándola a su antojo. 

Esa es la diferencia entre quienes pensamos que no basta con satisfacer nuestras necesidades inmeditas, sino garantizar las de generaciones futuras. Ahí reside la diferencia entre una visión y otra del desarrollo sostenible.

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